martes, 12 de abril de 2011

Yo también estuve en Víznar


Si Lorca hubiera nacido en alguna ciudad de Estados Unidos, probablemente ya tendría su parque temático. En el barranco de Víznar se habrían construido hoteles, centros de recepción para el visitante y, casi seguro, algún que otro puesto de hamburguesas ambulante. De buena nos hemos librado. Siempre había querido ir a Víznar, y en agosto pasado tuvimos la suerte de que un amigo que reside en Granada y conoce bien sus contornos, nos acercó en su coche. En medio de un sol abrasador, el barranco está someramente indicado y hay que dejar el coche como se pueda junto al mínimo arcén de la carretera. Tras un breve camino por un sendero, se llega al famoso panteón donde una tumba simbólica -la verdadera, seguramente nunca se sepa dónde está- recuerda al poeta. Más a la derecha, una serie de placas de diversas asociaciones recuerdan diferentes actos de homenaje a su memoria. En la soledad del lugar, el silencio sobrecoge y uno se pone a pensar en lo efímero de todo, en la cerrilidad de las ideas que parecen enquistarse para siempre.

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