miércoles, 15 de junio de 2011

Y en París me encontré


Quizás los diálogos no sean tan ingeniosos como antes, quizá alguna situación nos resulte algo trillada, quizá la presencia de Carla Bruni resulte accesoria y denote en exceso la concesión de Allen a la ciudad que ha acogido su rodaje y a la que ha dedicado su nueva película, y quizás también Owen Wilson podía haberse desmelenado más con su personaje para acercarse a ese alter ego del director que pretende representar. A pesar de los peros, no obstante, Medianoche en París me parece una de las obras más redondas del último Allen. No se le puede criticar al realizador neoyorquino que en los brochazos con que dibuja a las grandes figuras de la bohemia parisina -Picasso, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Hemingway, etc.- abunden los lugares comunes y los arquetipos, ya que los trazos se deben a la mano del protagonista, el personaje que encarna Wilson, así que podemos pensar que los retratos responden a la imagen que atesora el escritor y a su feliz aleación con el relato onírico.
La ambientación, la música, todos los secundarios, el tan sencillo como efectivo recurso para pasar de una época a otra, todos los elementos se alinean para convertir la película de Allen en una delicia visual de principio a fin, donde se amalgaman el humor sostenido -casi en voz baja- con el romanticismo más sutil. Allen confronta realidad y sueño para sacar a su protagonista de la vida errónea en la que se halla sin haberse percatado. Con su viaje alrededor de sus fantasmas, Allen le indica el otro camino, el que era incapaz de ver. Bella metáfora de gran calado sentimental, Medianoche en París sólo podía suceder en la "ciudad de la luz", la ciudad donde todos los sueños se pueden cumplir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario