jueves, 29 de marzo de 2012

The reader´s diary (VII)


A ratos manual de literatura para lectores sin prejuicios, a ratos esbozo biográfico sin ánimo de escrupulosidad, a ratos novela escrita al borde del abismo (de la literatura), Escritores delincuentes (Alfaguara, 2010) es una excelente oportunidad de acercarse a un buen ramillete de letraheridos que, en algún momento de sus vidas, se sentaron ante un tribunal para ser juzgados por algún "pecadillo" de juventud o senilidad, como matar a algún ser querido (pero no metafóricamente como acostumbraban otros), robar o alterar el orden público. Tamaño despliegue de fechorías se aliñan con la fibrosa prosa de Ovejero, cauteloso o incisivo cuando la ocasión lo requiere.
Nada que ver con la elegancia y la magia musical que desprende cada línea de Relámpagos (Anagrama, 2010), tercera y última entrega de esa colección de vidas orquestada por Jean Echenoz. El homenajeado en esta ocasión es el científico Nikola Tesla. Al igual que hacía en Correr y en Ravel, el autor francés se encariña con su personaje, amante infatigable del fracaso y la extravagancia, para tejer pura literatura que, cosa curiosa, puede hacernos más cercano a Tesla que cualquier biografía minuciosa.
Tesla, que convivió no precisamente en armonía con uno de los virtuales inventores del séptimo arte, Thomas Alva Edison, quizá hubiera disfrutado mascullando sus múltiples decepciones en soledad en algunos de los bares que Jesús Lens tiene la amabilidad de mostrarnos con toda su ambientación y mosaico humano en Café bar Cinema (Ultramarina, 2010), un retablo bien documentado de garitos, cafeterías, restaurantes y whiskerías por el que podemos emborracharnos a nuestro antojo según nuestras preferencias por una u otra película.
En una película se detiene especialmente Paul Auster para tratar de reflejar lo que sintió al sufrir, al poco de morir su madre, un agudo ataque que estuvo a punto de acabar con su vida y, de paso, con algunas de las mejores páginas que aún le quedan por escribir. La descripción del argumento de "Con las horas contadas" se une a las de las más de veinte viviendas donde ha residido desde su nacimiento, a sus emocionadas reflexiones sobre la edad y la infancia, o a las confesiones más íntimas de su vida amorosa. Diario de invierno (Anagrama, 2012) es uno de esos descansos de la ficción -aunque no del todo- que Auster se toma cada cierto tiempo entre novela y novela y que a algunos les puede sonar a simple fórmula comercial. No es mi caso, pues pienso que en estas páginas tenemos la oportunidad de ver a un Auster diferente, más cercano a El cuaderno rojo, explorando esa faceta diarística suya que tantas alegrías aún puede dar.
Posiblemente el invierno del siglo XX español llegó el 18 de julio de 1936, pero antes de que ese momento llegara, las letras rezumaban esplendor por los periódicos y revistas de la República, sin estar sujetos a tiranteces ni soflamas. Siguiendo su línea investigadora de los últimos años, Ríos Carratalá se centra en la figura de cuatro periodistas y escritores de aquella fervorosa época: Jacinto Miquelarena, Mateo Santos, José Luis Salado y León Vidaller, como podrían haber sido otros cuatro, horadando en una biografía trufada de acontecimientos sociales, políticos y culturales, y donde se trataba de aprovechar el momento con el fuego de la palabra escrita, antes de que el otro fuego hiciera su aparición. Ampliamente documentado, el volumen es ante todo una forma de evitar que esas "hojas volanderas" de los periódicos y revistas caigan en el olvido y se digitalicen de una vez por todas.

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