sábado, 17 de noviembre de 2012

The reader´s diary (XIII)

Una opinión generalizada contenida en el imaginario común dice que la vida de los artistas de cine suele tener argumentos suficientes para su propia película o para una novela. Tendemos a pensar que los actores y actrices están obligados a vivir una vida desenfrenada y pródiga en relaciones amorosas, accidentes, depresiones, pasajes oscuros, cocktails y mansiones fastuosas. La vida de Adolph Marx -Harpo habla (Seix Barral, 2010)-, conocido para la posteridad con el apodo de Harpo, responde como un guante a ese concepto. Nacido en una humilde familia numerosa en la que la fuerza vital de los padres era el bastión que sostenía los muchos reveses, Harpo se permite por fin poner voz a una trayectoria vital asombrosa, en la que se codeó con las mayores personalidades culturales de su época tras sufrir un largo y poco agradecido peregrinaje por teatros de mala muerte o incluso clubs de alterne de dudosa reputación tocando al piano las pocas piezas que sabía. Haciendo gala de una sencillez y una humanidad asombrosas, Harpo nunca tuerce el gesto para contar historias a cual más hilarante y episodios románticos como el largo noviazgo con la que sería su mujer. Una coda de su propio hijo y un entrañable prólogo de Elvira Lindo completan un volumen imprescindible para añadir a la bibliografía sobre los hermanos más "marxianos" de la historia del séptimo arte.
Creo que en algún momento Harpo menciona su trabajo en un circo, aunque éste no fuera el Barnum. Aparece ahora en castellano uno de los primeros -si no el primero- libros sobre el empresario circense Phineas Taylor Barnum (1810-1891), promotor de una de las aventuras más curiosas del mundo del espectáculo: un circo itinerante que reunía los llamados "fenómenos de feria" o seres que por su deformidad o rareza connatural actuaban como reclamo comercial para asombro de miles de espectadores. Precursor de muchas técnicas publicitarias y de un primitivo merchandising, Barnum trató de ofrecer al público lo que pedía, lo que nunca imaginó poder ver sobre una pista de circo. Muchos artistas de diferentes disciplinas se inspiraron en sus creaciones para dar a luz algunas de sus obras maestras, caso de Freaks (La parada de los monstruos) (Tod Browning, 1932) o El hombre elefante (David Lynch, 1980). Con una concepción muy básica, destinada a cubrir una laguna bibliográfica con los principales acontecimientos de su vida, Marc-Pierre Dylan -Freaks. La historia del circo Barnum (Nowtilus, 201)- se aproxima a una figura que ya es un icono en la cultura estadounidense.

Figura de sombra alargada fue también la de nuestro poeta Ángel González. A él le dedicó Luis García Montero su primera y conmovedora novela, Mañana no será lo que dios quiera (Alfaguara, 2009) y, aunque con otro nombre, Ángel vuelve a aparecer a ráfagas en No me cuentes tu vida (Planeta, 2012), como protagonista de un libro en el que trabaja el narrador, trasunto del propio escritor granadino. Sin embargo, el asunto principal es aquí bien distinto, pues la linealidad de la historia pierde fuerza en favor de la reflexión sobre los problemas generacionales entre padres e hijos, la dificultad de asumir las culpas y errores, y la confrontación entre pasado y presente. Con el telón de fondo de la historia de una relación que acaba en boda, García Montero ejecuta en la novela digresiones de diverso calado amueblando esa casa vacía que siempre deja un hijo que crece. La autobiografía y el ensayo se funden de este modo en un intenso retrato de familia.

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