miércoles, 27 de marzo de 2013

Bibliomanía

Se cumplen ahora prácticamente dos años desde que alabé en este mismo espacio las excelencias de la novela Habitaciones cerradas de Care Santos. Decía contarme entonces entre los amigos y seguidores fervientes de la narradora de Mataró y que, junto a mi hermano Félix J., compartía la desazón o perplejidad de que sus días tuvieran más horas que los nuestros. Tras la lectura de El aire que respiras ambos hemos decidido crear el club oficial de "odiadores y envidiosos de Care Santos", cuyas actividades se centrarán en pregonar a los cuatro vientos -social media incluido, por supuesto, hay que adaptarse a los tiempos- las malévolas artes de Care para hacerlo todo bien sin descomponerse lo más mínimo. Repartiremos chapas y dianas entre los afiliados, organizaremos viajes en autobús para "reventar" sus presentaciones, y le buscaremos hijos ilegítimos para desprestigiar su imagen de madre perfecta o "supermami" como a ella misma le gusta llamarse.
Como conozco a Care desde hace muchos años -allá por 1999, cuando se hizo con el Ateneo Joven de Sevilla con Trigal con cuervos (ese mismo premio al que me presenté en alguna ocasión, maldita sea, tranquilizáte, Carlos, me dice mi hermano, que tu corazón está delicado)-, creo que no hará falta aclarar la ironía de estas palabras, así que lo hago para los que me conocen poco y no se han acercado todavía por esta bitácora.
El aire que respiras es otro puntal en la bibliografía de la autora catalana, cuyo cuatro estadístico se ha acostumbrado ya a rebasar ciertos picos de intensidad. Amiga de archivos, hemerotecas y cualquier fuente que pueda proporcionarle información sobre el germen literario que crece imparable en su mente, Care da con su última criatura un nuevo paso para recrear la historia de la Cataluña contemporánea, permitiéndose incluso alguna referencia directa -a sus lectores no se les pasará seguro- a un personaje de su novela precedente, exhibiendo esa seguridad en su corpus narrativo y también, por qué no decirlo, ese cariño ilimitado hacia sus protagonistas, que demuestran otros escritores actuales como Antonio Soler o mi propio hermano. Ciertamente, si el personaje es jugoso y en su día nos arrebató algo de nosotros mismos, por qué no darle una nueva oportunidad literaria rindiéndole un merecido homenaje.
Anécdotas aparte, El aire que respiras, título prestado de un verso de la autora extremeña Carolina Coronado, quien también tiene su pequeño papel en la función, vuelve a demostrar la extraordinaria habilidad de Care para armar un puzzle gigantesco con una argamasa narrativa exquisita que va uniendo las piezas como por ensalmo, acrecentando nuestra sensación de que a la autora de Los que rugen le quedan pocos retos por superar. Con el punto de partida de una misteriosa carpeta con curiosos documentos, la protagonista -trasunto de Care con su propia investigación previa- se zambulle en una Barcelona muy distinta a la actual -¿o quizá no tanto?- que aprovecha para recrear con detalle sin perder en ningún momento el hilo de la historia principal, una Barcelona en la que el clero comenzaba a perder sus privilegios, las diferencias sociales eran abismales, y unos pocos se dejaban la vida buscando ese libro que le permitiera vivir en paz. Realidad y ficción, acontecimientos y personajes reales, inventados y transformados, caminan de la mano en un apasionante viaje en el tiempo en el que la protagonista se concede incluso un breve desfogue amoroso entre reliquias bibliográficas -si uno fuera un autor más conocido, podría pensar que Care también le ha querido rendir homenaje a su "polvo" libresco de Tren de cercanías, pero creo que me voy a quedar con las ganas- como parte inevitable de la obsesión que la mueve.
Cartas cruzadas entre los personajes -impagable la mantenida entre el mandamás Pérez de León y el ¿clérigo?, con muchas indirectas a la iglesia y mucho también de homenaje a la venganza de El conde de Montecristo-, biografías inventadas o seudorecreadas en libros que algunos querríamos que existieran, cambio de voces narrativas o diarios escritos al filo del abismo son algunos de los recursos de la autora para ir trenzando una historia poblada de episodios curiosos que podrían ser fuente de nuevas historias, caso del grupo de "los sabios", cuyos coqueteos con la muerte y el más allá me han recordado las protagonizadas por Fernando Villalón y sus compañeros en la espléndida Hijos del mediodía de Eva Díaz Pérez.
No sé si Care se lo había propuesto al escribirla, pero me temo que su club de "odiadores" seguirá creciendo como la espuma.

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