viernes, 5 de abril de 2013

Escribir desde dentro

Si no he contabilizado mal, En la casa supone la decimotercera incursión del reputado cineasta François Ozon (París, 1967) en la dirección, exceptuando cortos, mediometrajes, documentales y otras experiencias tras la cámara. Su deliberada apuesta por hacer un cine diferente en un país que se ha caracterizado como ningún otro por defender su industria, y su desidia hacia los cantos de sirena del gigante norteamericano, le han convertido además en un tipo simpático, un realizador que se ha ganado el respeto de la crítica con una buena cosecha de nominaciones y premios, entre los que aún falta la esquiva nominación al Oscar de Película Extranjera. Si el momento álgido en su trayectoria lo representaban hasta ahora las consecutivas Ocho mujeres (2002) y Swimming pool (2003), podemos aventurar que Ozon ha alcanzado de nuevo una coyuntura feliz que puede reportarle nuevos logros en un futuro no muy lejano, además de nuevas ofertas tentadoras de la industria hollywoodiense.
No son pocas las películas que han abordado la compleja relación del escritor con su obra literaria. Entre los ejemplos más recientes se encuentran El escritor (2010) o El ladrón de palabras (2012). Sin embargo, si alguna película podría admitirse como ligeramente próxima al espíritu de En la casa ésa sería Descubriendo a Forrester (2000), la cinta con la que Gus Van Sant estrechaba lazos entre un escritor olvidado y casi de culto con un chaval de extracción humilde con gran talento literario. En la película de Ozon la relación se establece entre un profesor -que en su día también publicó una novela de la que se arrepiente- y un alumno aventajado, para quien escribir supone no sólo una catarsis para su soledad y desamparo, sino también una forma de conquistar imaginariamente la vida que ambiciona: la casa y, por extensión, la familia de su mejor amigo. La imposibilidad de distinguir en su mente la realidad y la ficción, el deseo de la aplastante mediocridad diaria, le sumergen en una peligrosa espiral que acaba contagiando a su profesor -adicto a sus escritos por su propia frustración y su inconfesable voyeurismo- y a la propia cámara, que acaba siendo partícipe directa de la plasmación literaria de su obsesión, dejándonos siempre la duda de si las escenas narradas son reales o suceden sólo en la desaforada mente del joven y seductor estudiante, excelente creación por cierto de Ernst Umhauer.
En la casa consigue meternos literalmente de lleno en la cabeza de su maquiavélico protagonista, atesorando diálogos y hallazgos visuales de gran calado que nos recuerdan a los grandes momentos y a las atmósferas opresivas de un Haneke en estado de gracia. Sin duda una de las películas europeas del año.

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