martes, 4 de junio de 2013

Gatchaman o nuestra magdalena proustiana

Tiny, Keyop, Jason, Marc, Princesa lucharán... ¿Quién que no haya nacido a finales de los 60 o a principios de los 70 no recuerda esta canción? No sabríamos qué suerte habría corrido la serie nipona Comando G (Gatchaman en su versión original) de no intervenir el grupo infantil Parchís para ponerle música y letra a dos de las canciones más tarareadas por los niños de la época. Pegadizas al máximo, ya los primeros compases te hacían girar la cabeza hacia el aparato de radio o televisión que hubiera prendido la magia. Pese a ser de producción anterior a la no menos impactante Mazinger Z, Comando G llegaría a España después que aquélla, cuando ya nuestra mirada se había habituado a esos dibujos que muchos años después reconoceríamos como los primeros mangas de nuestra vida. Comando G es para muchos un icono de nuestra infancia, quizá mucho más que Star Wars, cuya verdadera dimensión sólo supimos apreciar con algunos años más. Todavía recuerdo cómo nos repartíamos los diferentes personajes entre mis hermanos, pedaleando sobre la bicicleta como si pilotáramos el Ave Fénix o cualquier otro de los espectaculares vehículos que conducían nuestros ídolos para salvar a la Tierra de los siempre oscuros planes de Gallactor.
Apelando a esa nostalgia ochentera y al saludable espíritu friki que comparten varias generaciones, Joaquín Sanjuan Blanco se ha atrevido con la primera monografía de la serie publicada en español de la que tengo constancia.
El libro, publicado por Dolmen en su colección MangaBooks, repasa los orígenes de la serie, las diferentes versiones y drásticos recortes y remiendos que sufrió al ser adquirida por otras compañías, los cómics posteriores, sus secuelas, los personajes, su banda sonora, su merchandising, así como el repaso argumental de los diferentes capítulos. Se echa de menos, no obstante, una mayor calidad fotográfica en la reproducción de fotogramas y dibujos, y de más las abundantes erratas que circulan por un texto algo reiterativo y plano. A pesar de todo, merece la pena echarle un vistazo aunque sólo sea para recordar tiempos sin duda mejores.

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