lunes, 5 de agosto de 2013

The Reader´s Diary (XXI)

Me consta que Eva Díaz Pérez es una contumaz viajera y una apasionada lectora, y que ambas devociones se ensamblan modélicamente en su interés por la historia de la Europa más reciente, ese viejo continente que tantas novelas guarda dentro todavía. Adriático (Fundación José Manuel Lara, 2013), con la que la autora sevillana se ha alzado con el Premio Málaga de Novela, debería ser sin duda una de esas novelas; sin embargo, me resisto a considerarla como tal. Adriático se puede leer como un largo poema en prosa, se debe leer como un largo poema en prosa, donde cada capítulo-escala dibuja perfiles de dos ciudades que invitan a la ensoñación y a la fantasía, Venecia y Trieste, y bosqueja retratos de personajes como el artista que con sutiles brochazos expresa un carácter, un estado de ánimo, sin mediar más palabra. Claro que en Adriático hay una historia, la de un profesor que, a punto de jubilarse, recibe el encargo de tasar los objetos que se rescatan de los canales venecianos, cada uno con su particular historia de olvido, esplendor y miseria. Un profesor que vuelve al palacio de sus primeros años para reencontrarse con los fantasmas del pasado familiar, con los cinco sentidos abiertos a las ciudades y cosas que fueron y a las ciudades y cosas que son. Ello le permite a la escritora lucirse en las descripciones, en los detalles, en las composiciones, pues la novela se teje con estampas de primorosa literatura, abandonando al personaje central para bifurcarse, como si viajáramos en góndola por el laberinto de canales de esa ciudad inigualable, en secundarios casi anónimos cuya propia novela quedó sumergida en el fondo del mar, en antepasados que se resisten a desaparecer para siempre y vagan entre las sombras y los muebles apolillados, en lugareños como el viejo Pietro que parecen haber estado siempre ahí. Ecos de Magris, de Baricco, incluso de Fellini o Visconti, aquilatan las páginas de Adriático para hacer de ella ese poema de amor no confesado a una ciudad (o a dos), ese canto a una Europa siempre a punto de desaparecer, como Venecia.
Ignoro si Eva es aficionada también a la magia, pero de lo que no hay duda es que Harry Houdini fue, en el ámbito de los fenómenos extraños y casi sobrenaturales, un símbolo en la historia cultural del viejo continente. Nacido en Budapest y fallecido en Detroit víctima de su propia egolatría -fue golpeado a petición propia por un estudiante, lo que le produjo una hemorragia interna irreversible-, el célebre escapista y sus hazañas dieron de comer durante años a la prensa, generaron numerosas biografías e incluso un estimable biopic protagonizado por Tony Curtis. Sin embargo, la faceta de escritor de Houdini quizá sea la menos conocida. Ahora, Capitán Swing edita en español Cómo hacer bien el mal, un conjunto de escritos publicado en 1906 en los que el escapista alertaba a las posibles víctimas de los trucos más usuales de ladrones, carteristas o allanadores de moradas con el fin de estar siempre alerta contra los enemigos de lo ajeno. Este libro se acompaña de otros textos publicados por Houdini a lo largo de su vida en los que, entre otras cosas, muestra su feroz cruzada contra el espiritismo, lo que le ganó una tirantez perenne en su relación con Arthur Conan Doyle, autor del prólogo de esta edición. El libro se abre, no obstante, con un tímido intento narrativo de Houdini, en el que relata su sueño de ser encerrado en una pirámide egipcia. Este fenómeno irrepetible, que llegó a editar durante dos años una revista, demuestra sus excelentes dotes para la literatura, dejándonos conocerle un poco más, aunque, como nos aclara al final, sin revelar esos trucos y habilidades que le permitían escapar de cualquier prisión o de un tanque de agua congelada sujeto por cadenas. Esos secretos son los únicos que están a buen recaudo en su tumba.

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